La tradición de la guayabera*
Lic. Luis Enrique Pérez
Lic. Luis Enrique Pérez
Cuando un hombre quiere lucir elegante pero con un estilo acorde con lo nacional, suele una vestir una fresca guayabera, esa camisa con mangas cortas o largas, adornada con alforzas verticales y bolsillos. En el caso particular del municipio de Pánuco,Ver., cuna del huapango, esta prenda llega hacia la sexta década del siglo XX, confeccionada al principio de modo muy modesto y usada por los campesinos, sofisticándose con el paso del tiempo y llegando a ser la prenda masculina por excelencia para bailar huapango en la huasteca veracruzana, además de símbolo de lujo y estatus. En este mes patrio, obsequiamos al lector con la historia de la guayabera estilo Pánuco.
La guayabera es una prenda de vestir proveniente de Cuba y originalmente diseñada para hombre, pero que en la Huasteca es una prenda que desde la década de los sesenta (al menos en Pánuco) también se confecciona para la mujer. Esta pieza fue introducida al país a finales del siglo xix en Mérida, donde los yucatecos la resignificaron como símbolo de distinción y elegancia.
Se le considera a Pedro Mercader Gausch –de origen español– como el introductor de esta prenda, confeccionándola con más alforzas y agregando bolsas superiores con tapas y botones, convirtiendo en anchas las bolsas inferiores (que en Cuba eran sólo adorno) y decidió fuera en color blanco, observando el vestuario típico del lugar y dándola a conocer como «la guayabera». Ya como pieza de estatus, el presidente de la república, Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), la popularizó en todo el país al portarla en sus giras nacionales, así como en el extranjero, de tal manera que durante su sexenio genera un boom en la producción de esta pieza de vestir.
Particularmente en Pánuco resulta impreciso determinar cuándo y cómo es que llegó la guayabera. Sin embargo, la tradición oral cita a la señora Julia Herbert Guzmán como una de las pioneras en la confección de estas piezas hacia la década de los años veinte. Su hija Francisca Cruz Herbert la recuerda de la siguiente manera:
Mi madre fue la primera costurera que hizo guayaberas aquí en Pánuco […]. Siempre estaba en la máquina cose y cose. Hacía vestidos, vestidos de novia, de noche, camisas, ropa interior de varón. Todo eso hacía ella. Y entonces fue cuando empezó a llegar la guayabera de Yucatán, de allá vino la muestra, la primera guayabera; pero ya ella ahí empezó a hacer guayaberas alforzadas; no sobrepuesta, ¡no!, en la misma tela alforzaba la guayabera. Cosió por mucho tiempo, murió de 105 años mi madre (F. Cruz, comunicación personal, 2015).
Tal como sucedió con los jeans, las guayaberas en la región fueron utilizadas originalmente por los campesinos o rancheros de la localidad, cuenta doña Graciela Arteaga en una entrevista: «La gente de antes que empezaba usar la guayabera eran los rancheros, me acuerdo, pero nada más le ponían como tres alforcitas, eran de manta» (G. Arteaga, comunicación personal, 2014).
La austeridad en su diseño y la manta utilizada para su confección nos indican que las guayaberas originalmente (en Pánuco) estaban hechas para el trabajo diario en el campo, pero que en la medida en que los dueños de la tierra, pero sobre todo los ganaderos, adoptaron progresivamente la prenda como parte de su indumentaria ésta también fue adquiriendo mayor complejidad en su diseño y en la variación de telas para su elaboración.
Así, la guayabera adquirió su propio estatus en un contexto en que la sastrería era toda una tradición en Pánuco. La gente, pero en particular los hombres, asistían con el sastre para que les confeccionara sus pantalones y camisas. Por esto, con la aparición de los primeros talleres especializados en la confección de la guayabera, la prenda tomó su condición de pieza única, al ser alforzada a mano y estar hecha a la medida de su portador.
Estructuralmente, la guayabera es una prenda que podía presentarse con manga larga y corta, con cuello de camisa o estilo ranchero tipo Mao, pudiendo llevar de una hasta cuatro bolsas colocadas armónicamente en la parte superior e inferior de la prenda. Es el alforzado lo que determina el estilo de la confección, y puede ser tan sencillo o tan complejo como se desee, llevando también bordados entre cada conjunto de alforzas.
La misma alforza (pliegue de tela) puede variar en su ancho y en la distancia entre una y otra, generando patrones simétricos muy atractivos a la mirada y al tacto. En términos generales, la alforza puede confeccionarse de dos maneras:
La guayabera, hasta nuestros días, es una prenda que se ha adaptado a los tiempos pero, sobre todo, al gusto del cliente pues hoy en día se pueden mandar a hacer en diferentes telas de algodón, la tradicional manta o el finísimo lino italiano; en colores clásicos como el blanco o tan vibrantes como el rojo o anaranjado.
Guayabera (detalle). Taller Pat King, 1959. Colección de Trajes Raúl Pazzi y Patricia Florencia. Foto: Luis Enrique Pérez.
Vestido alforzado (detalle). Ensamble de encaje tipo «bolillo» con cintas de lino alforzadas.
Taller Pat King, 1959. Colección de trajes Raúl Pazzi y Patricia Florencia. Foto: Luis Enrique Pérez.
Los talleres Sam King y Pat King
Aunque el uso de la guayabera ya tenía cierto arraigo entre el gusto masculino local, se puede decir que es en 1948 cuando surge la primera marca local de guayaberas Sam King convirtiéndose en un detonante económico para la familia King Pérez; esto incentivó un mercado que demandaba cada vez más esta pieza de vestir.
De esta manera, don Samuel King Peralta (nacido en el año 1916 y fallecido en el 2010, en Tampico, Tamaulipas), quien siempre fue un excelente mercader, y su esposa María de los Ángeles Pérez Fuentes (nacida en Tampico, Tamaulipas, en 1922), quien tenía nociones de costura, comenzaron a confeccionar guayaberas casi de manera fortuita.
Ya de que estábamos casados, ya tenía yo tres niños. Entonces le dije: «Te voy a hacer yo una guayabera», porque él andaba que le hacían las camisas y él las cortaba. Y pues ya le hice una guayabera y salió con las mangas medias chuecas, pero luego ya las pudimos hacer bien entre él y yo, la confeccionamos a nuestro gusto y a nuestra manera. Y ya, cuando se la puso, todo mundo le decía: «¡Qué bonita tu guayabera!, ¿quién te la hizo?» Y él contestaba: «No, pues que mi esposa y yo». Y ya vino muy contento y me dice: «Fíjate que no sé quién –porque él era muy amiguero– quiere que le haga una guayabera». «Ay no –le dije– yo qué le voy a hacer una guayabera, esa tuya como quiera que quede». «¡Me va a pagar 15 pesos por la hechura!». Fíjate, en aquel entonces, hace más de 60 años (M. A. Pérez, comunicación personal, 2014).
Pero el éxito de Sam King no sólo radicó en la impecable hechura de las guayaberas sino también en las cualidades de publicista de don Samuel. «Aquí no había quien le diera tanta publicidad, porque eso es lo que hizo mi esposo, darle publicidad a la guayabera», cuenta doña Angelita. Montaron el taller en su propio domicilio, en Lerdo de Tejada número 79, teniendo que rentar una máquina de coser para poder cumplir con los primeros compromisos:
Nosotros no teníamos máquina, él rentó una máquina con una señora, que nunca la conocí y en esa cosíamos; era de pedal, no había luz. Entonces con una lámpara de gasolina nos alumbrábamos. Total que así empezamos a coser (Pérez, Comunicación personal, 2014).
Así fue creciendo la demanda para esta marca, sobre todo porque también se dedicó a venderlas Patricio King, el hermano menor de don Samuel:
Luego, como su hermano también vio que el negocio le estaba dando, también él empezó a venderle a sus amigos. Él le cortaba a su hermano y hacía lo de nosotros. Pero ya después le dijo: «Ya no me alcanza el tiempo, mejor te voy a enseñar» (Pérez, comunicación personal, 2014).
En ese tiempo don Patricio King y su esposa Graciela Arteaga (nacida en Pánuco, Veracruz, en 1929) eran solamente novios, pero estaban asociados en la confección y venta de camisas de vestir.
Yo fui a estudiar corte y terminé y empecé a hacer vestidos y todo eso, ropa de todo. Y ya, con el tiempo, pues mi esposo trabajaba en una sastrería y él me dijo: «Vamos a empezar a hacer camisas; yo las corto, te las llevo cortadas y tú me las armas». Así empezamos, él me las traía y yo se las armaba (Arteaga, comunicación personal, 2014).
Doña Graciela había egresado del taller de corte de doña Leoba Sánchez de Murillo, del que también egresó Juanita Ramiro (otra exponente en la elaboración de la guayabera). Doña Graciela y su esposo, don Patricio, al poco tiempo de casarse decidieron también especializarse en la elaboración de guayaberas, alrededor de 1953, fincando su taller en su domicilio particular ubicado en Lerdo de Tejada número 62. Juntos acuñarían la marca Pat King, la cual nunca ha sido registrada.
Para 1961 tanto la marca Sam King como la Pat King gozaban de una excelente reputación. En ese mismo año Raúl Pazzi Sequera comisionó a don Patricio la elaboración del primer prototipo para la guayabera de las cuatro huastecas, diseño que hasta la fecha es utilizado para bailar huapango.
Fue la primera feria. Entonces él [Raúl Pazzi] quería que bailaran huapango y no sé qué cosa. Le habló al señor Valdiosera, que si no podía venir; y vino el señor y ya traía él el dibujo. Entonces, aquí me estuvo diciendo: «Alfórcele aquí, cósale allá», y todo. Estuvimos casi todo el día y él aquí diciéndome cómo armarla. Yo fui la que armó la primera guayabera huasteca de huapango, la de las cuatro huastecas (Arteaga, comunicación personal, 2014).
Aquel primer prototipo de guayabera fue estrenado el mismo 30 de abril por la noche, dentro del marco de la primera Gran Feria y Exposición, Regional, Industrial, Comercial, Agrícola y Ganadera de las Huastecas. A partir de ese momento quedaría institucionalizada como traje típico de la Huasteca veracruzana.
La legitimación de esta guayabera como traje típico y, posteriormente, la popularización de la prenda durante el sexenio de Luis Echeverría Álvarez incrementó la demanda considerablemente: «Cuando tuvimos más auge de la guayabera fue con Echeverría, todo mundo quería guayabera. Yo me acuerdo que casi durante todo su periodo» (Arteaga, 2009).
Durante esos seis años (1970-1976) la pieza adquiriría gran estatus entre la clase política y eso impactaría el ámbito social, resignificándose como una pieza de lujo y de estatus, valores que ostenta hasta nuestros días.
Doña Graciela Arteaga alforzando en su taller de guayaberas Pat King. Foto: Luis Enrique Pérez.
Stand de la marca de guayaberas Sam King en la Expo Feria de Pánuco en 1962,
atendida por su propietario Samuel King Peralta. Colección María de los Ángeles Pérez.
Detalle del alforzado para la guayabera estilo Pánuco, Taller Pat King. Foto: Luis Enrique Pérez.
De Juanita Ramiro a Hilaria Guerrero
Paralelamente al trabajo realizado por María de los Ángeles Pérez y Graciela Arteaga para las marcas Sam King y Pat King, respectivamente, también se distinguió en la confección de guayaberas la señora Juanita Ramiro Vera (nacida en Vega de Otates, Pánuco, Veracruz, 1927-2014), quien instaló su taller también en la calle Lerdo de Tejada número 120, hoy número 204.
Siendo una adolescente, Juanita Ramiro emigra de Vega de Otates y llega a la cabecera municipal instalándose en la casa del licenciado Francisco Mendoza Blanco, donde trabaja por un tiempo. A los 17 años toma el taller de costura que impartía doña Leoba Sánchez, por lo que inmediatamente empieza a coser por su cuenta, incursionando así en la elaboración de la guayabera.
Aunque no se tiene la fecha precisa, gracias a su trabajo y a la popularidad de la prenda, Juanita logra instalar un taller equipado, empleando hasta ocho costureras, entre ellas Hilaria Guerrero (Pánuco, Veracruz, 1952), quien entra a trabajar en 1968, aproximadamente, y había estado aprendiendo por un breve tiempo en el taller de doña Leoba Sánchez.
Yo aprendí con Leobita de Murillo pero yo agarré la práctica con Juanita Ramiro. Yo armaba las guayaberas y alforzaba. Los primeros días de la semana a alforzar y los últimos días a armar las guayaberas que ella nos cortaba. Éramos tres que armábamos y tres que alforzábamos. En ese tiempo estaba Guadalupe Segura, Hilda Azuara y yo. Y, para alforzar, en ese tiempo estaba mi hermana María Magdalena, Kari Guerrero y José y Juana Segura para pegar botones, bordar y planchar. Y luego si ésta no se daba abasto porque estaba planchando, las sobrinas de Juanita entraban a bordar (H. Guerrero, comunicación personal, 2014).
Así, Guayaberas Ramiro Vera fue ampliando su mercado en ciudades como Tampico, Ciudad Victoria y de Pánuco hasta Poza Rica en el estado de Veracruz, vistiendo tanto a políticos como a artistas de talla internacional como Raúl Velazco, Agustín Lara y Armando Manzanero.
Sin embargo, hacia 1976 Juanita Ramiro cambia su residencia a la ciudad y puerto de Tampico, donde finca su taller bajo la marca Guayaberas Huasteca Pánuco, continuando con el oficio hasta el último día de su vida, el 28 de mayo de 2014.
De aquel grupo de costureras de Ramiro Vera en Pánuco, sólo la señorita Guerrero y su hermana María Magdalena continuaron con el oficio en esta localidad, surgiendo la marca Guayaberas Hilaria Guerrero, taller ubicado en la calle 20 de Noviembre número 21.
Yo me enfermé de la vista, pero yo seguía yendo. Pero yo dejé de ir a trabajar con Juanita porque en eso se viene una inundación muy fuerte, que no había paso. El caso es que yo me salgo en ese año, entonces Juanita tenía trabajo pero no había salida de dinero. Entonces le dije: «Señora Juanita, usted no tiene para estarnos pagando –no le salía–, yo mejor me voy a ir». Entonces nada más se quedó con dos, estaba la situación muy difícil. Entonces supieron que ya no trabajaba y me empezaron a traer vestidos (antes se usaban los coordinados para hombre). Entonces, me traían lo de la camisa y el pantalón lo mandaban a hacer con el sastre. Y luego empecé con las guayaberas, empecé con la esposa del licenciado Amós, y así que me conocían que trabajé ahí. Y luego de vestidos tipo guayaberas para las maestras que ya fallecieron: Eloísa y Virginia (H. Guerrero, comunicación personal, 2014).
Hasta la fecha este taller continúa activo. Doña Hilaria sigue cortando, mientras que su hermana María Magdalena alforza y su sobrina Nicolasa Guerrero arma, borda y plancha cada guayabera.
En junio de 2014 el gobierno de Pánuco, que encabeza el licenciado Ricardo García Escalante, otorgó un merecido reconocimiento a Hilaria Guerrero, Graciela Arteaga de King y María de los Ángeles Pérez de King quienes, hasta la fecha, continúan confeccionando las guayaberas en sus respectivos talleres.
Nuestras amigas han diseñado más de 50 000 guayaberas que la sociedad en general viste de manera cotidiana, mientras que la clase política de todos los niveles la usa de manera permanente […]. Nuestras homenajeadas han diseñado guayaberas para gobernadores de Veracruz, así como para presidentes de la república, presidentes municipales, síndicos y regidores (Ricardo García, junio de 2014).
*Fragmento del libro El son en Pánuco. Del costumbrismo a los grandes escenarios, de Luis Enrique Pérez, editado bajo el sello del Instituto Veracruzano de la Cultura en su colección Voces de la Tierra en 2016.