Ética y ciudadanía
Conversación con Óscar Diego Bautista
«La ciudadanía ha sido la aventura más excepcional que ha emprendido la humanidad.»
(Carlos Fernández)
Conversación con Óscar Diego Bautista
«La ciudadanía ha sido la aventura más excepcional que ha emprendido la humanidad.»
(Carlos Fernández)
El 9 de diciembre es el Día Internacional de la Lucha contra la Corrupción, instaurado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) desde 2003 con la finalidad de fomentar la lucha y la prevención contra este complejo fenómeno social, político y económico que afecta a todos los países, atentando contra la democracia y el desarrollo económico. Como una actividad previa a esta conmemoración en el Órgano de Fiscalización Superior (ORFIS) del estado de Veracruz se registró la visita del Dr. Diego Óscar Bautista, quien el 29 de noviembre mantuvo una reunión de trabajo con el Comité de Integridad de nuestra institución y al día siguiente dictó la conferencia «Integridad en los servidores públicos», dirigida a todo el personal del ORFIS.
Óscar Diego Bautista.
Óscar Diego Bautista se desempeñó como servidor público en dependencias y entidades de la administración pública federal durante 15 años, es doctor por la Universidad Complutense de Madrid, se ha desempeñado en la docencia en México, Argentina y España, es investigador del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México y miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología, su línea de investigación es en ética pública, buen gobierno y prevención de la corrupción. Autor de La lógica neoliberal y su impacto en el Estado mexicano. Un enfoque multidisciplinario (2018); Ética pública frente a corrupción. Instrumentos éticos de aplicación práctica (2015), entre otros, además de ser autor y coordinador de la colección Cuadernos de ética para los servidores públicos y de la colección Cuadernos para prevenir y controlar la corrupción (los libros de la primera colección mencionada se pueden leer y gratuitamente en http://www.contraloriadelpoderlegislativo.gob.mx/publicaciones.html).
En su disertación, Óscar Diego Bautista explicó que la ética pública se refiere a la ética aplicada al servicio público, la cual analiza la conducta de los servidores públicos y sus valores, lo cual es relevante en estos tiempos en que el espíritu público está siendo reemplazado por el espíritu del capitalismo, del bien privado, del egoísmo que, aunado a la baja escolaridad de los servidores públicos y sus deficiencias profesionales, han provocado que el país se esté desmoronando por la corrupción. El investigador citó a Edmund Burke quien al hablar de ética y política escribe: “La ciencia del gobierno que es práctica en sí y dirige a tales propósitos prácticos, es materia que exige experiencia e incluso más experiencia de la que puede alcanzar en toda su vida una persona, por sagaz y observadora que sea”.
Desde la antigüedad oriental y occidental la necesidad de formación ética ha estado presente, tanto para la formación de los gobernantes, así como en la existencia de maestros que han impartido la disciplina y se ha reflejado en los diferentes códigos de gobierno que han existido. Como señaló el ponente, la ética es un filtro que impide el acceso al poder a incapaces, ineptos, corruptos y demagogos; para quien codicia y ambiciona el poder sin contar con el perfil idóneo, la ética es un obstáculo. De ahí la pregunta y la reflexión: ¿Y en todo ello, qué papel juega la ciudadanía? Sobre este tema conversamos personalmente con Óscar Diego Bautista para los lectores de Agenda|012.019, las notas que tomamos de esa charla las presentamos a continuación.
La primera publicación de seis de la Colección Cuadernos para prevenir
y controlar la corrupción de Óscar Diego Bautista.
Los estados –entendidos como países o naciones– desde su origen tienen que delegar ciertas funciones para el mantenimiento de ese Estado y las personas que asumen esa responsabilidad son los gobernantes, lo que llamamos el gobierno. Pero éste, como señala Óscar Diego Bautista, responde a la ciudadanía:
Es decir, el máximo órgano soberano de un país son los ciudadanos. Entonces el gobierno está para servir y obedecer a los ciudadanos. Con el paso del tiempo, las cosas se han tergiversado, al tener los gobernantes algo que es el objeto de estudio de la ciencia política: el poder, y se convierten en un Frankenstein que invierte las cosas al absorber ese poder. Incluso hay gobernantes que creen que los ciudadanos están para servirle. Hay una expresión en México que es la de Primer Mandatario. Algunos pensarían que es el primer mandante, pero es al contrario: es el primer servidor de la nación. En esa confusión tenemos que había un rey en Francia, a Luis XIV que decía: “El Estado soy yo”.
Y así se invierten las cosas y hay gobernantes que utilizan el poder para manipular a los ciudadanos, y desafortunadamente hay muchos políticos que piensan que mantener al ciudadano en la ignorancia o darle una educación falsa, con fines ideológicos, pero no con un pensamiento crítico. Y últimamente se habla mucho del concepto de ciudadanía, sin especificar de qué tipo de ciudadanía se está hablando, se deja en la ambigüedad, a lo que agrega el investigador:
Por definición, la ley dice que un ciudadano es el que nació en el país y tiene la mayoría de edad (18 años). Pero así cualquier persona es un ciudadano, un indigente lo es, y si le preguntas a un indigente: ¿Qué tipo de gobierno quieres? Quizá no pueda responder porque no tiene una formación.
En tal sentido, no solamente las personas indigentes, sino muchas otras pudieran tener dificultades para responder con precisión a esa pregunta, por lo que le preguntamos al investigador: ¿Acaso la formación universitaria garantiza un buen ciudadano?
No. En la antigüedad se decía que la ciencia reina es la política porque con ella obtienes el poder y con éste haces lo que quieras: modificas los planes de estudio a tu manera, quitas lo que te incomoda. Cambias la historia y las leyes a tu beneficio. Los griegos decían que las leyes son la justificación de las pretensiones de los hombres que llegan al poder, así las leyes pueden obedecer a un beneficio que no necesariamente es para la ciudadanía.
Con Josefina Vázquez Mota en la Secretaría de Educación Pública se quitaron en el bachillerato las materias de ética, filosofía y lógica porque eran materias de reflexión, materias que se consideraban no productivas. Sin embargo, son materias que elevan el espíritu humano, que hacen pensar, que generan pensamiento crítico; pero para los empresarios su modelo es el de la productividad, el de la técnica, el formar obreros calificados para las empresas, no seres conscientes y reflexivos, porque ellos no se van a dejar engañar, van a protestar, no se van a dejar manipular. Desafortunadamente en los últimos sexenios ese el tipo de ciudadanía que tenemos.
El ciudadano inmaduro
Óscar Diego Bautista es coordinador del libro Madurez ciudadana. Requisito para la consolidación de una democracia ética (2017), para el cual también escribió uno de los artículos que lo conforman y es también autor de la introducción de éste: “Elementos para comprender la necesidad de una ciudadanía madura”, en la cual indica la hipótesis que rige a todo el volumen:
[…] cuando se rescatan y fomentan los valores éticos en los ciudadanos, éstos construyen, reconstruyen, fortalecen, motivan, generan integridad y dignidad en su persona, lo que a su vez genera una conducta libre orientada a la participación asumiendo de forma voluntaria compromisos y obligaciones. En sentido contrario, cuando los valores se debilitan o ausentan, los antivalores y las prácticas corruptas aparecen de inmediato.
Bajo este contexto, vale preguntarse ¿Por qué algunos, sino es que muchos gobernantes practican la corrupción? Una respuesta inmediata argumenta que es porque han probado de las mieles del poder y se han acostumbrado a estas. En el camino descubrieron una verdad histórica: que cuanto más ignorante es la ciudadanía, más fácil es manipularla. Si la educación genera pensamiento crítico, madurez, conciencia, participación entonces ¿para qué educar al ciudadano si con ello se crean problemas? Bajo esta lógica que aún persiste en muchos gobernantes, el ciudadano está condenado a la ignorancia, a la explotación, a la humillación, a vivir en el engaño. (p. 13)
¿Cómo es un ciudadano maduro?
Un ciudadano maduro es una persona que ha comprendido qué es un sistema político y su responsabilidad para participar verdaderamente. No es un individuo acarreado al que se le dice por quien debe votar. Un ciudadano maduro piensa, reflexiona, opina, se expresa, participa.
¿Y cómo se puede llegar a esa construcción de ciudadanía y su madurez?
Creo que hay varias formas. Por un lado es educación, pero una educación verdadera. Y aquí hay que ver qué entendemos por educación, de acuerdo a su etimología, a su concepto original básico, los que inventaron la educación fueron los griegos. Ellos la llamaron paideia, y hay dos tipos de educación: la interna y la externa. La educación interna tiene que ver con lo profundo del ser humano, que medites, que reflexiones, que pienses. «Conócete a ti mismo», decía Sócrates. Y la educación externa son las habilidades para hacer cosas.
Hoy en día confundimos la educación con las instituciones académicas, pensamos que por ir a la primaria, secundaria, preparatoria, licenciatura, maestría y doctorado tenemos educación, pero luego resulta que no, que los individuos con grados máximos son maleducados, son soberbios, son arrogantes, entonces ahí no hay educación; y en el sentido contrario hay individuos que pueden ser analfabetos, nunca han ido a la escuela, no saben leer y escribir pero tienen una educación íntegra: no mienten, no roban, no estafan, no engañan.
Desde mi punto de vista lo que tenemos que hacer es rescatar la esencia de la educación, volver a la educación original e incorporar la educación con valores para que haya un verdadero cambio.
¿Y cuál sería el papel de la familia, del espacio personal e interno, para la formación de la ciudadanía?
En un mundo donde la familia está desintegrada, hay familias en donde el padre forma a los hijos en la corrupción. Entonces la familia por arte de magia no nos va a salvar. Hay familias en donde hay violencia, maltrato y hoy en día los medios también están llenos de eso, los héroes son los villanos, hay corrupción, violencia, los delincuentes se convirtieron en modelos, en referentes, y consciente e inconscientemente todo eso influye no sólo en los niños sino en toda la población.
Hay unas características generales de la sociedad contemporánea, que son el robo, el adulterio, la mentira, la corrupción, la depresión, la soledad, ¿y cómo las enfrentamos? En ello es importante el papel de las universidades y que los titulares de la educación sean personas que sepan de la importancia de ésta para un país.
Y desde esta perspectiva y entrando en el tema de la corrupción desde el punto de vista de los ciudadanos, ¿la corrupción es algo cultural, como se ha mencionado?
Sí y no. Por un lado creo que sí es cultural porque llevamos 500 años de corrupción y en esos años las prácticas corruptas han anidado en el ser humano, se han normalizado y de alguna manera sí han tocado a la cultura y es parte de ésta. Pero también diría que no es cultural porque no todos los ciudadanos son corruptos, hay gente noble, trabajadora, que se pone la camiseta de los valores y lucha por su país. En las comunidades indígenas hay gente con mucho valor, con una riqueza cultural impresionante y que son un ejemplo para los gobernantes contemporáneos.
Y en un país multicultural como el nuestro, ¿cómo encontrar coincidencias éticas que nos hagan entender que tenemos ideales compartidos para el bienestar?, en el entendido de que el bienestar es un ideal, un deseo para alcanzar la felicidad y lo que decía usted en su conferencia: de que la felicidad es un antídoto contra la corrupción, pero lo que es felicidad para una persona mestiza de una ciudad grande quizá no lo es para un indígena de una comunidad muy remota.
En nuestras culturas prehispánicas sí tenemos valores comunes que nos dan origen como nación, de hecho la grandeza de México, lo que le da reconocimiento, son las culturas prehispánicas; no son los gobernantes de ahora, es el pasado glorioso. Y cuando uno estudia su filosofía, ahí uno encuentra muchos valores, eso lo demuestran los estudios de Miguel León Portilla, de Manuel Gamio y otros.
Luego en el ámbito internacional, en lo que es la ética, los valores universales, no se contraponen, de hecho León Portilla sostiene que así como los griegos tuvieron a sus grandes filósofos, nosotros también los tenemos. Y en esos valores universales hay algo interesante en el mundo: que los grandes pensadores coinciden siempre, los grandes pensadores de oriente coinciden con los de occidente cuando no se conocían en la antigüedad. Y cuando llegas a profundizar, llegas a un nivel de conocimiento en el que contactas con todos los demás. Pero esos valores universales necesitamos entenderlos, comprenderlos y saber lo que son.
Uno de esos valores y fin de la vida en el ser humano es la felicidad. La felicidad no es de lo que carecemos: el pobre dirá que si tiene mucho dinero va a ser feliz, el hambriento dirá que si sacia su hambre va a ser feliz, pero eso no es la felicidad. Hay definiciones homogéneas de la felicidad. Porque hay valores universales y dentro de éstos hay grados y jerarquías de valores: hay valores técnicos, mediáticos, locales y hay otros que son universales que no cambian y hay que entrarle en materia para comprender la definición de cada uno de ellos.
¿Es lo mismo felicidad que bienestar?
No, tú puedes tener un bienestar y vivir deprimida, triste, sola y sin ganas de vivir. Hay varios estudios sobre la felicidad del ser humano, algunos miden a la sociedad conforme al ingreso económico; pero curiosamente en los países más desarrollados el nivel de suicidio es muy alto, como en Suecia. Entonces se puede tener bienestar pero no felicidad, entendiendo al bienestar como las condiciones materiales.
Existe otro enfoque de la felicidad que va hacia la parte interna, tú puedes ser pobre, no tener casa e incluso no tener empleo pero hay algo en tu cultura que te hace que estés bien, y en ese sentido los países que califican con un mayor nivel de felicidad son Brasil y Colombia, que son países alegres. Entonces lo que habría que hacer es encontrar un equilibrio entre el bienestar económico y el bienestar interno.
«Hay que encontrar un equilibrio entre el bienestar económico y el bienestar interno.»
El ciudadano virtuoso
¿Y cuál sería el papel de las instituciones en la construcción de ese bienestar ciudadano, para que a su vez ese individuo pueda responder de manera responsable y pertinente con la parte que le toca en la construcción de la sociedad?
Ya lo decíamos, los gobiernos tienen fines, y uno de ellos es satisfacer las necesidades básicas de los ciudadanos. Todo individuo, por el hecho de nacer, por el hecho de pertenecer a un estado, a una comunidad tiene derechos y necesidades: de comida, vestido, educación, salud, empleo, vivienda, etc. De tal modo que los estados crean instituciones para satisfacer esas necesidades, así pues existen para cada objetivo e ir satisfaciendo las necesidades ciudadanas.
Y bueno, no hay que olvidar que los fines de las universidades son por un lado, el formar en los diferentes campos del conocimiento para que después se integre ese conocimiento a la sociedad y ayuden a la resolución de problemas sociales… entonces si hay la satisfacción de las necesidades, esos ciudadanos estarán formados y preparados para responder a su comunidad política; pero volvemos al problema, si esos planes de estudio no están orientados con ese fin, que ahora muchas de las universidades han desvirtuado sus objetivos, ahora forman a individuos que traicionan a su misma comunidad, ahí algo está mal. Pero lo ideal es que a través de su formación vayan adquiriendo conciencia para que una vez que egresen tengan un compromiso con la sociedad.
«El «ciudadano virtuoso» era aquel ciudadano libre y bien formado, con capacidad crítica, que actuaba con ética y responsabilidad, participando en la decisión sobre los derroteros de su comunidad.»
En tal sentido, creemos que las personas que pudimos tener una formación en estudios superiores tenemos una responsabilidad quizá mayor, porque varios nos hemos formado en instituciones públicas y tenemos la obligación de devolver ese conocimiento no sólo en términos de la aplicación de éste (de las cosas que aprendimos a hacer), sino que también se tiene el deber de constituirse en una masa crítica, de contribuir en la formación colectiva, de ser parte de la conciencia social.
En las antiguas civilizaciones predominaba algo que era muy noble y es el espíritu social, no existía el individualismo, los individuos nacían para el Estado, nacían para la sociedad. De hecho, de ahí viene la famosa expresión aristotélica del zoon politikón, que indica que el hombre es un animal político, somos animales sociales, un hombre no puede existir solo, necesita de los otros, nos necesitamos unos a otros. Esto lo tenían muy claro: todo individuo pertenecía al Estado y lo peor que le podía suceder a un individuo es que lo desterraran, el ostracismo, le llamaban. Porque era la muerte, era retirarle su sentido de pertenencia, retirarle su identidad, y él pertenecía a la comunidad.
En ese entonces, aquellos individuos que no pensaban así, que pasaban del Estado, que eran individualistas, les llamaban idiotas. Retomamos del texto introductorio arriba citado:
La palabra idiota proviene del griego idiotes, para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino solo de sus intereses privados. La raíz idio significa «propio». Este vocablo también es usado en latín y significa «ignorante». Antaño, la conducta individualista era mal vista ya que, en general, el ciudadano poseía un sentido de pertenencia a su comunidad por lo que se sentía en la disposición moral de participar en lo público. En la actualidad, ese espíritu por lo público se ha ido desvaneciendo, aunque permanece latente en los amantes de la libertad y la igualdad.
Ser ciudadano supone desarrollar el sentido de identidad y pertenencia al lugar en el que se interactúa socialmente; implica desenvolverse con responsabilidad, lo cual nos conduce al meollo de la ciudadanía: la participación política. Pero para lograr esa actitud de compromiso y participación se requiere de una ciudadanía madura.
El «ciudadano virtuoso» de que se habla en la antigüedad era aquel ciudadano libre y bien formado, con capacidad crítica, que actuaba con ética y responsabilidad, participando en la decisión sobre los derroteros de su comunidad. El ciudadano virtuoso o maduro mantiene una participación política dirigida a influir en los objetivos, metas, programas, acciones que realizan los dirigentes políticos para determinar el rumbo del país. (p. 14)
Y concluye en su conversación con nosotros el doctor Bautista:
El idiota era el individuo que no comprendía la importancia de vivir para el Estado. ¿Y qué pasa con el tiempo? Que las cosas se han desvirtuado, hoy en día lo que predomina es el individualismo, ahora alguien dice: ¿Y yo por qué voy a servir al Estado? Ya muchos no comprenden esa lógica social, de relación humana. Y desafortunadamente hay ideólogos que sostienen y perpetúan esta forma de actuar entonces cuando esto sucede los estados se desbaratan porque estos individuos vienen y desintegran a la colectividad. Yo lo que creo es que hay que rescatar ese espíritu social con esos ligamentos que son los valores.
Nota:
El libro Madurez ciudadana. Requisito para la consolidación de una democracia ética, de Diego Bautista, Óscar; González Ibarra, Miguel Rodrigo; Pérez Pérez, Gabriel; Rodríguez Ortíz, Lauriano Eliseo; Alemán Alonso, Jesús Javier; Rodríguez Alba, Jaime, puede localizarse íntegro en: http://hdl.handle.net/20.500.11799/68817